LEVANTE-EMV 🔵 Marca de agua
Las inundaciones han dejado un rastro de barro, muerte y ruina que los valencianos no olvidaremos. En realidad, nunca hemos podido olvidar del todo. Cada vez que la memoria parecĂa librarse de las lĂşgubres escenas del pasado nuestro mundo volvĂa a hundirse bajo las aguas. El martes comentaba JosĂ© Luis Sastre en la SER que en los pueblos de la Ribera algunos dormĂan con un brazo tendido hacia el suelo, para no ser sorprendidos en sueños por la crecida de las aguas. Llevamos esa angustia, la angustia del agua, en la corteza cerebral. Entre nosotros, los de más edad recuerdan hoy la riada de Valencia en 1957, la “pantanada” de Tous en el 82 y la inundaciĂłn de Gandia en el 87. Esta vez tuvimos suerte: la gota frĂa solo rozĂł La Safor.
En la calle Leonor de Castro, en dos antiguos azulejos, se informa de los altos niveles alcanzados en otro tiempo por las riadas en la ciudad. “En la madrugada del dĂa 5 de octubre del año 1779 llegĂł el agua del rĂo hasta aquĂ y derribĂł la mayor parte de la fábrica que ocupaba el molino…”, se lee en uno. Y otro casi idĂ©ntico, señala treinta y cinco años despuĂ©s, en referencia al mismo lugar: “En la madrugada del dial 28 de octubre de 1814 llegĂł el rĂo hasta aquĂ y se llevĂł toda la Fábrica que ocupaba la porciĂłn del edificio donde están las muelas de este molino”. Los azulejos no están en el molino original, sin duda desaparecido, y hoy forman parte de la decoraciĂłn exterior de un cĂ©ntrico comercio local, pero indican la importancia que daban a la llegada inesperada de las aguas quienes se sabĂan expuestos a su furia.
Octubre vuelve a ser el mes más cruel. Alguien contaba estos dĂas que, al terminar el verano, su familia se abastecĂa de arroz, harina, azĂşcar y aceite para sobrevivir en caso de riada hasta la vuelta a la normalidad. Esa cultura preventiva ha desaparecido. En sus notas y artĂculos meteorolĂłgicos, el farmacĂ©utico Cayetano GarcĂa, uno de los gandienses más fascinantes de su tiempo, sostiene que las riadas más peligrosas se dan entre los meses de septiembre y diciembre y en ciclos aproximados de 25 años.
Los papeles de GarcĂa informan de las siguientes inundaciones de la ciudad: “El 30 de septiembre de 1899, una terrible avenida superĂł las barandillas del Puente Viejo de Oliva, inundĂł el huerto de los padres jesuitas y socavĂł seriamente la muralla izquierda del rĂo. El nivel del agua llegĂł a 75 centĂmetros de la trama de hierro de la lĂnea (ferroviaria) de Denia”. En 1900 el cementerio viejo de Gandia fue arrasado por las aguas, sacando cadáveres de las tumbas. DespuĂ©s, GarcĂa refiere tres riadas casi consecutivas: en 1915 hubo una, en diciembre de 1917 otra, y en 1918 otra más. No mucho más tarde, en 1924, se vuelve a inundar el huerto del Palacio, la alquerĂa de Maça y las aguas llegaron a rozar las vĂas del puente del Ferrocarril de Alcoy. Antes, el farmacĂ©utico gandiense habĂa acordado con una familia de Villalonga, los GarrigĂłs, responsables de una fábrica elĂ©ctrica de esa localidad, que le informarĂan de inmediato si “venĂa riada”, y ese año le avisaron por telĂ©fono. Eso le permitiĂł al farmacĂ©utico salvar de una muerte segura a una familia que vivĂa en una barraca en el cauce del Serpis. La mentalidad cientĂfica de Cayetano GarcĂa (un hombre, por otra parte, muy conservador) cambiĂł los protocolos preventivos sobre las crecidas y desde entonces, escribe el farmacĂ©utico, “las autoridades del Grau se ponen en contacto directamente con las fábricas elĂ©ctricas del curso alto del rĂo”. En septiembre de 1938, en plena Guerra Civil, hubo otra riada. En septiembre de 1941 otra más. Esas han sido nuestras marcas de agua. Afortunadamente, y hasta ahora, sin vĂctimas mortales. Al menos, el farmacĂ©utico no las menciona.
Todos estos datos están sacados del libro sobre Cayetano GarcĂa editado por el CEIC Alfons el Vell y escrito por NĂ©stor Novell “Registre meteorològic per a l´estudi de la climatologĂa de Gandia i el seu districte”. Ahora, cuando hemos vuelto a ser derrotados por las aguas, conviene recuperar el espĂritu cientĂfico, y la memoria, que tan bien representĂł en su tiempo Cayetano GarcĂa CastellĂł. En estos dĂas dolorosos quizás sea esa la mejor manera de honrar a los muertos y superar la desgracia: con responsabilidad, sin ira, sin mentiras.