LEVANTE-EMV 🔵 Las faltas de ortografía de los estudiantes crecen en Secundaria: un grupo de profesores analiza las causas – Shango Media
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LEVANTE-EMV 🔵 Las faltas de ortografía de los estudiantes crecen en Secundaria: un grupo de profesores analiza las causas

Generaciones del ayer recuerdan cómo en las aulas se recitaba una y otra vez: « Había, h-b-y acento en la i ». Los tiempos han cambiado una barbaridad (con dos b) y las estadísticas más recientes apuntan a que las faltas de ortografía crecen en secundaria y el rigor de los textos de los estudiantes baja y baja y baja. Los motivos son variados y complejos. Docentes consultados por La Nueva España culpan a la escritura rápida de las redes sociales y al escaso hábito lector, pero hay quien niega la mayor. Eso sí: la tilde es la madre de todas las batallas.

Un amplio informe nacional elaborado por la plataforma web ‘Aula Dictapp’ en el curso 2022-23 entre el alumnado de más de 200 colegios, y que analizó los 523.382 errores registrados, señala que en colegios e institutos, la mitad de los errores (51%) que cometen los estudiantes son no ortográficos. Es decir, son erratas de teclado. La otra mitad de las faltas son ortográficas. Los errores más habituales (30%) corresponden a la acentuación general. Eso sucede en todas las etapas educativas, desde Primaria hasta Bachillerato y FP. Equivocarse con la b y la v (9%), no poner bien las mayúsculas (6%) y usar mal la h (6%) son otros de los errores más frecuentes.

Xavier Breil, profesor de Secundaria de la asignatura de Lengua y creador de Aula Dictapp, subraya que « una escritura normativamente correcta no depende solo de dominar la norma, sino de la intención y la atención. Todos tenemos la experiencia de repasar un texto que hemos escrito nosotros mismos y encontrar errores que en realidad sabemos hacer bien. ¿Por qué los hacemos? No porque no lo sepamos, sino porque tenemos la atención en el qué decimos y no cómo lo decimos. Y por eso la voluntad de repasar con cuidado, incluso de buscar si tal cosa se escribe así o no, son también determinantes en el resultado final ».

Cuando escribimos whatsapps y similares, señala, « es un tipo de comunicación donde es tan importante la eficacia como la rapidez. Y si escribiendo ‘lol’ consigo comunicar lo mismo que escribiendo ‘me estoy riendo mucho con lo que has dicho’, pues lógicamente escogerán la primera opción. Y si consiguen lo mismo con un emoticono o un sticker, pues lo mismo ».

Y apunta que « cuando no se cumplen las normas –‘kuando no see kunplen las norrmhas’–, la atención del lector se desvía a esas faltas, es decir, se desvía a la forma y no al contenido, y el mensaje queda contaminado, no es una comunicación fluida y eficaz. Pero es que este argumento no acaba de servir en ese caso porque, fruto de la costumbre, aparentemente les resulta igual de fluido leer k que leer que ».

Natalia Menéndez es directora del IES Carreño Miranda de Avilés y profesora de Lengua y Literatura. No cree que la ortografía sea una batalla perdida, « pero sí es cierto que es una batalla que libramos en las aulas con gran dificultad y que posiblemente requiera un cambio de estrategia. La sociedad es cambiante, y eso se percibe en el modo de expresarnos por escrito. La ortografía se ha descuidado en general, pero lo que más se repite es el escaso uso de tildes. Te puedes encontrar alumnado que apenas las usa ».

A la hora de repartir culpas, Menéndez afirma que, en primer lugar, « la comunicación escrita ha cambiado. Antes escribíamos cartas y postales, nos llevaba tiempo hacerlo y esto nos permitía cuidar nuestra expresión. Ahora nuestra comunicación escrita es muy frecuente, casi continua, pero por mensajería instantánea. Dentro de la sociedad de la inmediatez ya no nos importa tanto la forma, sino enviar el mensaje lo antes posible. En el sistema educativo también nos hemos relajado un poco. Además, antes todo el trabajo era escrito, y ahora se trabaja mucho la expresión oral. Habrá que llegar a un equilibrio ».

Ricardo Saavedra, profesor de Lengua y Literatura en el IES Marques de Casariego de Tapia, no ve esta cuestión como « una contienda entre dos partes con intereses opuestos. Siempre ha habido y siempre habrá personas con mejor o peor memoria visual y personas con mayor o menor interés por esforzarse y progresar en la expresión escrita ». Y ofrece un punto de vista positivo: « Si se pretende poner el foco sobre el alumnado actual y confrontarlo con el de hace dos o tres décadas, mi percepción, basada en mi experiencia como profesor, es que, en términos generales, se escribe mejor ahora. La explicación es sencilla: ahora se lee más que nunca« .

Un enemigo apuntado por Breil: « La falta de motivación por aprender lo que tú les quieres enseñar. Eso contamina, lastra o impide el proceso de aprendizaje. Pero es que esa falta de motivación puede tener orígenes muy diversos: no me motiva aprender porque mi entorno no le da ningún valor a lo que se enseña en la escuela, porque vivo cada minuto en la escuela con miedo porque los compañeros me pegan, porque tú me enseñas a hacer ecuaciones y yo no sé ni multiplicar, porque me preocupa mucho más que mis padres no tienen trabajo, porque TikTok ya me ha enseñado todo lo que necesito…

Mayúsculas: « Es un fenómeno creciente que tiene que ver con la rapidez, hacer la mayúscula te obliga a unas centésimas de segundo más y, si ya nos vamos a entender, pues no hace falta. » Comas: « ¿Poner comas tiene sentido o es simplemente por costumbre, porque nos enseñaron así? Si la respuesta es la primera, hay que insistir. Y si fuera la segunda, pues aceptémoslo y cambiemos la norma ».

No se atreve a utilizar Breil términos como « inaceptable porque tampoco hay que perder de vista que dominar una habilidad tan compleja como el lenguaje humano y los códigos que la regulan no es una tarea fácil ni breve y que difícilmente acaba con la enseñanza obligatoria. Y que, al final, la ortografía es solamente una de los muchos códigos, conceptos y habilidades que les pedimos que dominen. Pero está claro que no ser capaz de producir un texto formal sin faltas de ortografía es una incapacidad que les puede penalizar en su vida adulta, no solamente profesional. Claro que aquí se puede contraargumentar que para eso están los correctores digitales, que ya (casi) garantizan conseguir eso. Y este contraargumento tiene su parte de razón, pero no toda, en absoluto. Y aquí se abriría otro gran debate que es ¿sigue teniendo sentido enseñar ortografía cuando se tienen herramientas que garantizan evitar el 90 y largo por ciento de los errores? »

¿Antes se escribía mejor que ahora, se aprendía más ortografía? « No se puede comparar los dos momentos sin tener presente que algunas cosas del contexto han cambiado. Antes lengua escrita era equivalente a lengua formal y lengua oral era equivalente a lengua informal. Ahora estos compartimentos ya no son estancos porque hay un montón de contextos de una cosa que antes era totalmente marginal: lengua escrita informal. El ejemplo más claro son las redes sociales. Antes el lenguaje escrito era predominante en la comunicación pública y el lenguaje audiovisual estaba reservado a un grupo muy reducido de profesionales. Hoy día todo el mundo tiene los medios técnicos y las plataformas para utilizar y publicar mensajes audiovisuales, con lo cual la lengua escrita ha perdido su predominancia, es un código más ».

Más allá de las aulas

Natalia Menéndez advierte de que « en el sistema educativo se pueden buscar estrategias para mejorar, fomentar la lectura y la escritura (aunque ya se hace), pero se trata de un asunto que va más allá de las aulas. Existe la percepción entre alumnado de que la ortografía no importa. Pero no son los únicos que lo piensa. Los adultos, en redes sociales, cometen también muchas faltas y pertenecen a sistemas educativos anteriores, donde la ortografía tenía un gran peso. Puede que los cambios sociales estén pidiendo una simplificación de la norma, habría que valorar eso también ». La mensajería « tiene mucho que ver, y también el tipo de textos que leemos en internet. Antes leíamos prensa y libros. Ahora estamos expuestos a muchos textos escritos que presentan incorrecciones, que han sido escritos por usuarios de redes sociales, personas de la calle. Cualquiera puede escribir en internet. Pero las pantallas también son un aliado, no todo es negativo ».

Ana Esther Velázquez, directora del IES Bernaldo der Quirós de Mieres y profesora de Filosofía, destaca « la dificultad para comprender lo que se lee y para expresar con precisión por escrito lo que se piensa. En realidad, todo forma parte del mismo proceso. Se insiste en que los niños dominen la ‘digitalización’, crecen distrayéndose con toda clase de artilugios electrónicos y después nos extrañamos de que haya epidemia de déficit de atención ».

Por no hablar del hecho de que « no saben razonar, porque lo único que nos adiestra para el pensamiento lógico (inferir conclusiones de premisas) es el hábito lector. Cuando leemos no tenemos más remedio que ir una línea tras otra, es un orden necesario. Sin embargo, cuando nos dan información a través de imágenes no tiene por qué haber un orden lógico. Mucho peor es la posibilidad de ‘navegar’ sin orden ni concierto por la red, o el refuerzo skinneriano inmediato de los videojuegos y demás entretenimientos digitales ».

Recuerda que la ortografía, « como su nombre indica, tiene que ver con el orden. Las normas ortográficas no son un capricho, sino la condición de posibilidad de la precisión expresiva. Salvo problemas puntuales, uno solo necesita haber leído mucho (y prestar atención) para saber cómo se escribe determinada palabra. ¿Cómo puede ser que un alumno que tiene el español como lengua materna escriba, por ejemplo, ‘camara’ (por ‘cámara’), ‘casá’ (por ‘casa’) cuando sabe perfectamente cual es la sílaba tónica; o ‘habeces’ por ‘a veces’, lo que prueba que no lo ha visto escrito (o no ha prestado atención). En fin… »

También se sorprende por « las dificultades que tienen para distinguir un pronombre interrogativo de otro relativo, o el artículo neutro (lo) del pronombre personal en función de objeto directo. En el sistema educativo, sobre todo en primaria y los primeros cursos de secundaria, falta mucha reflexión sobre la lengua y sobran contenidos especializados ».

Ricardo Saavedra matiza que « la urgencia actual de las comunicaciones audiovisuales lleva aparejada una mayor tolerancia con los descuidos ortográficos, pero no hay que confundir los ámbitos de uso de la lengua y los registros que se les asocian. Las redes sociales y la mensajería instantánea no están sujetas al escrutinio de la formalidad y del estándar lingüístico; sin embargo, el periodismo escrito y audiovisual o la escritura en el mundo académico sí deben estarlo ». 

Es en estos campos en los que « hay que incidir en el buen uso de la lengua escrita para, posteriormente, poder emplear uno u otro registro cuando corresponda. Por eso es necesario equilibrar los tiempos que se dedican a cada cosa (y esto es válido tanto para adolescentes como para adultos). Muchas horas de redes sociales al día pueden deteriorar la destreza escrita de los usuarios, pero también algo aún más preocupante: su capacidad de concentración ». 

No señalaría Saavedra a personas ni instituciones, « eso sería disparar al aire. Actualmente hay un volumen ingente de comunicaciones escritas instantáneas que no cuidan el lenguaje, pero también está presente el virus de la prisa en los medios de comunicación, por ejemplo. La calma y, consecuentemente, el trabajo concienzudo y la revisión de los textos no están de moda. Desgraciadamente, es el ritmo que impone el mundo actual ».

Las estadísticas niegan la mayor en cuanto a hábitos lectores: « Si hablamos de España, el porcentaje de personas que leen habitualmente no ha dejado de crecer en la última década. Y, por cierto, son los jóvenes los que más lo hacen. Es evidente que cuanto más se lee, en circunstancias normales, mejor se escribe ». Alerta Saavedra: « Cuidado con el perfeccionismo, que ya decía Juan Ramón Jiménez que es un veneno. No debe ser la principal aspiración de la educación. La enseñanza de la expresión escrita debe procurar una ortografía pulcra, sí, pero también el uso de un vocabulario variado y preciso o la redacción de textos cohesionados y coherentes que permitan desarrollar razonamientos complejos. No entendería que uno solo de estos criterios fuera condición sine qua non para aprobar. Es preferible buscar que el alumnado sea comunicativamente competente en términos generales, tanto oralmente como por escrito. Y que cada criterio cuente para la calificación ».

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