EL PAIS 🔵 El mejor “puente” de la historia: los pocos segundos que pueden elevar o destrozar una canción
“Cuando te despiertes al lado de él en mitad de la noche / cuando no seas más que su mujer / pensarás en mi y en aquellos años / y te enfrentarás cara a cara con el ‘te lo dije”. Chappell Roan, una de las nuevas sensaciones pop salidas de Estados Unidos, canta sobre una mujer que no acepta sus sentimientos hacia ella en Good Luck, Babe!, uno de los mayores éxitos pop de 2024. La pretendienta de Chappell Roan insiste en vivir dentro de la normatividad heterosexual, aunque eso le haga ir a contracorriente de sus propias emociones. En el estribillo, Roan declara: “Tendrías que detener el universo / para parar este sentimiento”.
La letra citada al inicio pertenece al puente de Good Luck, Babe! y ha circulado masivamente en redes este verano. Esta parte de la canción es tan buena que el público no ha podido parar de compartirla. Sobre todo, en TikTok. La interpretación de Chappell Roan –cuyo nombre real es Kayleigh Rose Amstutz– es apasionada e histérica y, en directo, la acompaña con un simpático movimiento de manos que realiza exactamente en la parte de “te lo dije”. A pesar de no ser arquitecta, dice la broma, Chappell ha “construido el mejor puente de la historia”.
ser usado masivamente en vídeos de TikTok. The Loneliest Time nunca alcanzó el éxito comercial de ‘Good Luck, Babe!’, pero –por continuar usando vocabulario urbanístico– puso un simple puente también en el mapa.
El puente es y ha sido, históricamente, una parte importante en la composición de las canciones de pop comercial. Su función principal es la de ejercer como transición entre dos secciones, comúnmente entre dos estribillos, con el objetivo de aportar dinamismo –a través de cambios armónicos, melódicos o líricos– o generar un clímax. Es el recurso usado por los Beatles en su primer single, Love Me Do (1962), representado por un solo de armónica, o por la francesa Mylène Farmer en el bullicio de percusiones y sintetizadores de Sans contrafaçon (1987) que desemboca en un gloriosa lluvia de teclados; o por Whitney Houston cuando se prepara para la subida de tono más famosa de la historia en I Will Always Love You (1992).
“Normalmente, y explicado de manera simple, la estructura de una canción es (o era) estrofa-estribillo-estrofa-estribillo-puente-estribillo”, explica la periodista musical y musicóloga Marta España, y añade que “una tercera estrofa (por el carácter menos melódico, más plano) puede hacerse repetitiva, así que el puente ayuda a romper la estabilidad”. España ubica en la década de los 2000 la “época dorada” de los puentes, época en que se usaban transiciones que “captaban la atención” y significaban una “ruptura” con la sección anterior, usando recursos como “cambiar el modo de mayor a menor, romper el tempo o usar acordes más periféricos”.
Por su componente novedoso o en ocasiones rupturista, el puente sobresale dentro de la estructura de la canción, completándola. Es por ejemplo la transición instrumental de Corazón partío de Alejandro Sanz la que impulsa la canción hacia su pico emocional. Es clara la intención del puente de Aint No Mountain High Enough de Marvin Gaye y Tammi Terrell de generar tensión para, a continuación, liberarla en el pletórico estribillo final. Esta técnica se usa de manera notoria en el clásico de las Weather Girls de 1982 It’s Raining Men: en el puente el ritmo se pausa, el dramatismo de la música se intensifica y los instrumentos empiezan a acumularse como nubes en el cielo, dibujando musicalmente el clima de tormenta descrito en la letra. En el estribillo final, llueven más hombres y de manera más intensa que antes. O puede que ese puente sea recitado y provoque conmoción, como cuando Taylor Swift declaró, en el icónico puente de su single de 2018 Look What You Made Me Do, que la “vieja Taylor había muerto”.
Para Guille Mostaza, productor y compositor, un puente es efectivo o incluso “perfecto” cuando, en el aspecto técnico, “ocurre una modulación de tono con sus necesarios cambios de acorde”. Este recurso “te saca de donde venías para luego aterrizar en el estribillo”. Mostaza señala que existen muchos otros recursos que emplear aparte del puente; por ejemplo, “se puede poner el tempo a la mitad, o vaciar de instrumentos esa parte, o hacer que todo suene más liviano y gaseoso, que se haga algo más pequeño”. No obstante, Mostaza confiesa que la mayoría de grupos con los que trabaja “hacen canciones con estructura ABCD: Si el A es la estrofa, la B es el puente que lleva a C, el estribillo”. La parte D sería un elemento “extra”. Mostaza reconoce, sin embargo, que “para mí lo más importante, la base de una buena producción, es una canción interesante, algo que sea sólido y que te vaya transportando por varias fases”. De hecho, Mostaza, que en los últimos tiempos ha trabajado con artistas como Niña Polaca o Babi, asegura que “muchas veces los artistas me piden que acabe de componer las canciones que me traen y, si puedo, siempre meto un puente bonito”.
El puente, tal y como se concibe en la música pop actual, puede tener antecedentes en la música clásica, aunque Marta España –quien también tiene su propio proyecto musical, Marta Movidas– es escéptica a la hora de considerar este recurso una evolución directa de la música antigua. “El concepto de puente ya era utilizado por los trovadores en la Edad Media, que estaban fuera de los círculos académicos”, razona la periodista. “Hay elementos en la fuga o en la forma de sonata cuya función es parecida, pero no diría que viene de ahí”. España agrega que “es cierto que, en el pop tal y como lo conocemos, un puente suele ser empleado para demostrar esa técnica armónica/compositiva que no puede ser demostrada en la estrofa, por lo que en nuestro imaginario tiene un carácter culto que nos hace asociarlo con lo clásico”.
Con todo, un puente no es en absoluto esencial en las composiciones de pop, como ha demostrado el éxito de otra de las canciones del verano en el mundo anglosajón, Espresso de Sabrina Carpenter, una canción bastante convencional en estructura pero que prescinde completamente de puente, pasando del segundo estribillo directamente al estribillo final. Esta idea, precisamente, la hace tan adictiva como el café.
Esta manera económica, forjada en el menos es más, de entender la composición no es nueva: Roxette ya dijeron aquello de “no nos aburras, pasa al estribillo”. Y los compositores actuales parecen haber aplicado firmemente esta filosofía a su modus operandi. “Ahora estamos en una época mucho más minimalista”, opina España. “No hay puentes, pero tampoco estribillos modulados, y la armonía en general se ha vuelto bastante estable”. España vaticina que “como la moda es cíclica, en algún momento (los puentes) volverán”, aunque parece que no será de un día para otro. “La realidad es que los puentes sí que son concebidos como esa cosa hortera, medio grandilocuente y que aspira a superproducción, y ahora mismo se estila todo lo contrario”, apunta la musicóloga. Mostaza comparte una observación similar: “Taylor Swift ha ido eliminando los puentes. También en la música urbana se da mucho. Cada uno con sus gustos; hay gente que le gustan las cosas simples y otras más complejas y no por eso uno tiene que ser mejor que otro”. España señala otro factor, el de la música popular como producto de escucha pasiva. “Con respecto al carácter rupturista de los puentes, la escucha ha pasado a ser de una acción en sí misma a un acompañamiento”, indica. “Está de fondo mientras hacemos otras cosas, así que más que captar la atención necesita mantenerse secundaria”.
Por supuesto sigue habiendo artistas que cuidan lo que Guille Mostaza llama la “narrativa” o el “viaje” que ofrece una canción valiéndose de un puente bien construido. El músico noruego Sondre Lerche ha firmado uno de los mejores puentes recientes en su canción de 2022 Avatars of Love, precisamente una canción–viaje, de más de 10 minutos de duración, en la que el puente, muy claro dentro de la composición, sirve en sí mismo de metahomenaje a la música, e incluye menciones a decenas de sus canciones y artistas favoritos, de Joni Mitchell a James Blake pasando por Frank Sinatra, Billie Holiday, Aguas de março (de Elis Regina), Britney Spears, Sacrifice (de Elton John) o los discos folk de Taylor Swift. Lo que separa el puente en Avatars of Love es una primera parte que construye tensión, ladrillo a ladrillo, y una segunda que libremente echa a volar. Mostaza es precisamente de los que prefieren canciones con puente que sin, porque “soy muy de deleitarme con el trayecto, no solo con el destino”. Él compara el uso de los middle 8 –como también se llama este recurso– con las bandas sonoras de las películas de terror, donde la música “se pone tensa antes de que llegue el susto”. No obstante Mostaza señala que prefiere que el puente sea “breve”, que “no se recree mucho en sí mismo” y que “tenga esa conciencia de ayudar a que la canción luzca”. Bajo su visión, “tiene que ser algo apetecible y que ayude a separar dos sabores fuertes”.
Es evidente por tanto que la música pop ha regalado –y lo sigue haciendo– algunos de los puentes más memorables. Marta España destaca el de la mencionada Look What You Made Me Do de Taylor Swift y subraya entre sus favoritos también el puente de Whistle de BLACKPINK, porque (el grupo surcoreano) “debutó con ese tema y representa muy bien lo que debe ser una canción de k–pop con un puente como dios manda”. Para Mostaza uno de los mejores puentes es el de One of Us de ABBA, pues “empieza en el minuto 1, tiene todo lo que he dicho antes y, además, la canción “parece que se encoge para dar paso al estribillo de una forma esplendorosa; aguanta la tensión perfectamente y encaja con el concepto tanto de la letra como de los arreglos y producción”. Barriendo para casa, “en España creo que el grupo con puentes más representativos es La Oreja de Van Gogh”, puntualiza Marta España. “Me quedo con Cuídate porque titulan el tema en base a lo que cantan en el puente, dándole así una importancia primaria a este elemento”.
En una época en que artistas de nueva generación, curtidas y profesionalizadas en la inmediatez de las redes sociales, como por ejemplo PinkPantheress –alias de la cantante y productora británica Victoria Beverley Walker– aseguran –de manera ciertamente provocadora– que las canciones “no necesitan puentes”, que son mejores cuando van al grano, unas declaraciones que sintonizan con la filosofía de esta artista que escribe canciones de dos minutos de duración; Chappell Roan ha vuelto a poner en valor la importancia de este recurso. Sin aparentemente proponérselo, Roan ha recordado al mundo que las canciones construidas siguiendo una pauta clásica siguen teniendo cabida en el mercado. Una observación que se ha confirmado con la enorme aceptación de Die with a Smile, la balada de Bruno Mars y Lady Gaga, actual número 1 de las listas globales. Una canción de emocionante puente instrumental que en su videoclip se acompaña de una imagen ya icónica de Lady Gaga bailando con un cigarrillo en la boca. Es un puente emocionalmente irresistible. Como canta Chappell Roan, habría que “detener el mundo para parar su sentimiento”.