EL PAIS 🔵 Checo Pérez es más que un piloto para Red Bull
No era fácil verla venir. Quién iba a intuir que después de firmar su segundo mejor inicio en el Mundial de Fórmula 1, tras el del año pasado, Sergio Pérez caería en una desgracia de tal magnitud que, en condiciones normales, ya le habría arrancado de las manos el volante del Red Bull que conduce. El mexicano se aferra a su asiento a pesar de tener la mayoría de elementos en contra. Sobre todo, los deportivos, esos que siempre movieron las decisiones tomadas por la marca del búfalo rojo en la elección de sus pilotos. El cuarto título encadenado de Max Verstappen, celebrado el domingo en Las Vegas, no esconde el momento de fragilidad por el que transita Red Bull desde principios de año a raíz del caso de presunto abuso de poder de Christian Horner, su director, y que se resolvió con el despido de la subordinada que le acusó.
Ni Mad Max ni tampoco Pérez parecieron verse afectados por aquel seísmo si tenemos en cuenta sus números: el holandés ganó cuatro de las primeras cinco paradas del calendario y siete de las primeras diez, y su compañero se subió al podio en cuatro de las cinco primeras citas para colocarse el segundo en la tabla, a solo 15 puntos del fenómeno de Hasselt. Esa inercia le valió al corredor de Guadalajara para firmar la prolongación de su contrato, que tras aquel acuerdo ahora expira a finales de 2026.
Lo que le ocurrió después a Checo le sitúa en una posición que puede dejar en papel mojado aquella renovación. A las puertas del penúltimo gran premio del curso, que se celebrará este domingo por la tarde en Qatar (17:00 horas, Dazn), la opinión generalizada en el paddock es que al chico de Jalisco solo le mantiene en pista el músculo y los apoyos con los que circula desde que debutó, allí por 2011. Socios tan potentes como, por ejemplo, Carlos Slim, que de alguna u otra forma siempre ha corrido con su compatriota. Lo que ocurre es que el despeñadero en el que anda metido Pérez puede ser demasiado incluso para una de las familias más pudientes del mundo.
Pérez cruzó la meta el último.
Hasta este año, la superioridad de los bólidos energéticos permitía que los ejecutivos de la compañía dieran prácticamente por sentado la consecución del doblete. Pero la recuperación de Ferrari y, sobre todo, de McLaren, ha convertido esa certeza en una quimera. El equipo británico lo tiene todo a favor para volver a llevarse el Mundial de constructores, algo que no alcanza desde 1998. Con ese panorama, Red Bull no puede permitirse competir con un solo monoplaza si no quiere ver cómo la inyección de capital que deriva de los premios que otorga el campeonato, y que va en función de la estadística reservada a los fabricantes, caiga en picado. Pérez tiene su coche asegurado hasta la semana que viene, en Abu Dabi, donde el certamen bajará el telón. A partir de allí, su futuro se decidirá en los despachos. “Habrá una reunión después de Abu Dabi, y el resultado de esta reunión se presentará a los accionistas. De allí se tomará una decisión acercade los pilotos con vistas al año que viene”, advertía, desde Las Vegas, Helmut Marko, uno de los responsables con más poder dentro de Red Bull.